Ayer me llegó el catálogo de la exposición Testimonios y paisajes del hierro, donde se muestran las fotografías seleccionadas y ganadoras del IV Certamen Internacional de Fotografía sobre Patrimonio Industrial organizado Incuna.
Los que tengáis ocasión de ojear el catálogo varéis que el diseño es muy acertado, las fotografías presentadas de gran calidad, y la presentación muy en consonancia con el sentimiento de los fotógrafos a los que nos apasiona la arqueología industrial.
Aquí tenéis dicho texto:
Testimonios y paisajes del hierro
La fotografía es primitiva. No, no lo es la técnica con que se produce, aunque ya tiene más de un siglo, sino su resultado que es una imagen fija que, sin embargo, nos permite escudriñar, observar, valorar, sorprendernos, molestarnos, emocionarnos y por fin, tomar postura frente a lo que vemos. Juzgar y tomar decisiones a través de la visión forma parte de lo más profundo de nuestra herencia genética cuando la vista, el oído y el olor eran los únicos elementos de juicio para sobrevivir que tenía el ser humano. Además la fotografía, con sus múltiples facetas técnicas nos permite ver aquellas cosas que nuestros sentidos no son capaces de alcanzar y por ello el primate evolucionado que llevamos dentro nos lo agradece con su curiosidad infinita.
La fotografía es primitiva. No, no lo es la técnica con que se produce, aunque ya tiene más de un siglo, sino su resultado que es una imagen fija que, sin embargo, nos permite escudriñar, observar, valorar, sorprendernos, molestarnos, emocionarnos y por fin, tomar postura frente a lo que vemos. Juzgar y tomar decisiones a través de la visión forma parte de lo más profundo de nuestra herencia genética cuando la vista, el oído y el olor eran los únicos elementos de juicio para sobrevivir que tenía el ser humano. Además la fotografía, con sus múltiples facetas técnicas nos permite ver aquellas cosas que nuestros sentidos no son capaces de alcanzar y por ello el primate evolucionado que llevamos dentro nos lo agradece con su curiosidad infinita.
Cuando vemos estas fotografías del patrimonio industrial sin duda nuestro cerebro va en busca de la imagen y, tras ella, del mensaje que quiere comunicar. Pero también es importante que pensemos en el fotógrafo o fotógrafa que hicieron la instantánea, en lo que madrugaron o lo que tardaron en llegar a casa ese día, en los kilómetros que debieron de recorrer en su coche o en otro medio de transporte, en los cercados y vallas que tuvieron que sortear, en el polvo, la suciedad y la mugre de los lugares que visitaron. No son reporteros de guerra al uso, pero sí los fotógrafos de un conflicto silencioso, el que libramos porque no se destruyan los testimonios más valiosos de nuestro pasado industrial antes de que la tsunami inmobiliaria o cualquier otra desgracia se los lleve por delante.
El hierro, el acero, la metalurgia, la siderurgia. Aquí entendemos de hierro y de acero, de hornos de fundición, de gasómetros, de baterías de cok. y quien no lo sabe directamente lo conoce de forma indirecta porque hemos nacido y crecido en una tierra de fábricas siderúrgicas. Juntos, carbón y hierro, han esculpido el rostro de nuestra tierra, sus paisajes naturales y urbanos, sociales y humanos, también su fisonomía económica, política y sindical, en definitiva, toda su historia contemporánea. Por eso nuestra visión en este terreno es privilegiada y experta. Estamos acostumbrados a ver estos testimonios y estos paisajes pero no estamos inoculados por la desidia y el olvido y sabemos apreciar su valor.
El IV Certamen internacional de Fotografía ha sido una vez más ocasión para comprobar la pasión y el cariño hacia el patrimonio industrial. Unas veces mostrado por el fotógrafo amante circunstancial o esporádico de este patrimonio, otras por el amante de la historia fabril que se echa al hombro la cámara porque está harto de que nadie conceda valor a aquellos importantes testimonios del pasado industrial o porque ha quedado cautivado de la extraña belleza del lugar. Da igual, sea por pasión o por oficio, el resultado es fruto de la convicción y por ello siempre es bueno. Hemos tenido concursantes de muchas partes de España, y de varios países de Hispanoamérica, en su mayor parte de una excelente calidad y de alto valor testimonial y por ello les damos las gracias a todos por participar.
Al jurado le ha resultado difícil, como siempre, decidir cuáles eran las mejores o, dicho de otra forma, quién debía recibir el primer premio y quien los accésit. esperamos que hayan sido justos pero, en todo caso y a pesar de sus discusiones, estamos convencidos de que han hecho la mejor selección. En realidad, quienes hemos recibido el premio somos nosotros porque hemos visto y sentido a través de todas las fotografías presentadas al concurso el valor y la importancia de los testimonios y paisajes del hierro que existen en el mundo.
Miguel Ángel Álvarez Areces
Presidente de INCUNA y de TICCIH-España